Las reuniones de padres

Una instancia que ningún docente en su sano juicio anhela ni quiere enfrentar: el encuentro con los padres.

Hoy fue mi primera vez, y por partida doble.

Primero hablé con los padres de 5º grado, "mi preferido", el grupo tan ideal que todas las maestras de la escuela adoramos y piropeamos. Todo bien, relajado, destacando los puntos fuertes del grupo, hasta que una abuela me cuestiona si los chicos realmente están preparados para presentarse a unos exámenes, dado que este año en italiano hubo cierta discontinuidad y algunas clases que no tuvieron. Ejem. Señora, las maestras también nos engripamos. No, no le contesté y me fui por la tangente. Después me fui por el pasillo, silbando bajito, de vuelta a dar clase. Qué tanto.

Segundo round: 4º grado, problemático. Un amor de niños, pero hiper dispersos, mucha dificultad para acatar consignas, ultradependencia de la docente para resolver cualquier actividad. Acá una madre saltó con que qué hace la escuela para resolver esto que nos vienen diciendo desde primer grado. Señora, si Usted no le pone límites a sus hijos, no pretenda que nosotras los re-eduquemos.

Por suerte no todas son tan malas. La mamá de Tomás (un enano rubiecito que siempre está cansado, tiene colesterol alto y por ende tiene que hacer muchísimo deporte) retrucó que su hijo aprendió más italiano en lo que va del año que en los tres años anteriores con la otra maestra. La amé. Orgullo y sonrisa contenida. Y vuelta a trabajar con los niños.

De vuelta en casa, siguiendo sabios consejos orientales, me premié con una torta de ricota y un café con leche. No todos los días recibo una mención por mi labor. Y no está mal escucharlo.