domingo, 30 de junio de 2013

Asumir y aceptar

Hace dos días viví un hito importante para toda embarazada: la ecografía llamada TN (translucencia nucal) que se realiza al final del primer trimestre, el más crítico. Además de ver que la criatura está, se mueve, late su corazón y tiene todas sus partes, hacen mediciones varias que arrojan resultados y probabilidades respecto de las peores enfermedades y problemas que pudieran surgir. 
En mi caso, además, era una prueba de fuego tras la cual empezaríamos a hacer público y oficial el embarazo. No más ropas holgadas para disimular ni caras de poker ante comentarios sugerentes. 
Y si bien no fue la primera ocasión en la que vimos al ¿feto?, en las anteriores no se me movió un pelo y en ésta lloré como una niña de 5 años. 

Mi marido dice que el padre empieza a serlo solo cuando ve al bebé nacer, y que en cambio la madre es madre desde que lo tiene en la panza. No sé cuánto hay de eso. Una sabe que está ahí, el cuerpo lo sabe, pero la pancita apenas se nota, y si no fuera por algunos síntomas (sueño, hambre, un poco de asco ante ciertos olores) podría decirse que todo sigue igual.
Pero no, ya nada es igual.
Y creo que parte de mi llanto desconsolado tuvo que ver con eso, con el aceptar que nada sigue igual. Quizás al ver la imagen que me mostraba la pantallita asumí y acepté que ya soy mamá, o que estoy empezando a serlo. Suena un poco cursi y un poco "demasiado", pero así se sintió.

Unas horas más tarde les dí la noticia a mis colegas maestras. Me llenaron de abrazos y de palabras lindas, una de ellas hasta lagrimeó. Ya calcularon más o menos hasta cuándo voy a trabajar y me relevaron en los recreos para que pudiera descansar. También es lindo aceptar un mimo de vez en cuando.

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